
📝 Ten a mano papel y boli.
Cuando piensas “no me concentro”, estás mirando solo la punta del iceberg.
Ves el síntoma, pero no la raíz.
Tu mente parece dispersa, pero en realidad está protegiéndote del exceso.
Desde la neurociencia sabemos que la concentración no depende solo de la voluntad.
Para que el cerebro enfoque, necesita sentirse seguro.
Si tu sistema nervioso está en alerta, porque siente presión, miedo, culpa o exigencia, el cerebro activa su modo de defensa. Y en ese modo, apaga el foco y la memoria para ahorrar energía y protegerte del esfuerzo que percibe como amenaza.
Por eso, no sirve de nada repetirte “concéntrate”.
Tu mente no te está desobedeciendo: está intentando sobrevivir.




En resumen:
La mayoría de veces, no tienes un problema de concentración.
Tienes un cerebro agotado intentando cuidarte.





